Friday, March 04, 2022

Knock Knock

Hay una puerta. Cerrada casi todo el tiempo. Pero de vez en vez, cuando no me lo espero, de la nada y desde dentro: se abre. Se abre con un rechinido familiar, casi dulce. Deja pasar olores que pensé haber olvidado, pero que al volver a percibir desatan memorias y nostalgias tan presentes, tan reales, tan verdes.

Sé bien lo que hay del otro lado: nubes, ventanas, mucha luz, un verde muy específico que no he vuelto a ver de este lado de la puerta. Pero también hay esquinas oscuras, escaleras que no llevan a ningún lado. Hay animales y obras de arte. Hay todas las luces de la ciudad de noche vistas desde un edificio alto. 


Algo me llama. Alguien me llama. Es una voz que conozco y extraño. Y no estoy segura si me pide que cruce la puerta y nos miremos o si me está diciendo que ya no hay espacio para mi ahí. Quiero entrar. 

¿Y si cruzo? ¿Qué tal que la puerta no está realmente abierta? ¿Y si cruzo? ¿Qué tal que realmente no hay voz? ¿Y si cruzo? ¿Qué tal que no puedo regresar? Y si cruzo. ¿Cruzo? 


La veo cerrarse. Me acerco y la toco con la palma de la mano: no crucé. Todavía. ¿La próxima? Tal vez. Mientras tanto me siento en el suelo, de espaldas, esperando que vuelva a suceder. 

Thursday, July 22, 2021

No - yo - sí - yo

 No soy yo. Yo era interesante, libre y móvil. Hacía lo que quería y me gustaba. Hacía lo que quería y lo quería. Mis pensamientos tenían un tono de voz profundo, importante. Mis decisiones eran emocionantes, hasta la más pequeña: ¿qué comer? ¿cuánto correr? ¿qué canción para la madrugada? Mis manos eran fuertes y sabían hablar. Igual que mis pies: de piedra ligera, sabían hablar y andar. Sabían. 

 

Este no es mi cuerpo. Ni mis manos; ahora débiles y ocupadas. Ni mis pies; anclados. Ni mis pensamientos que ahora suenan con voz severa, monótona, a queja. No soy mi cuerpo agotado, aburrido, sentado con ojos confundidos. Mis brazos que soportan una rutina obligada que huele a cadenas de hierro que se oxida, pero no se mueve. 

 

Es que esta no soy yo. Yo era otra. Otra mejor. ¿Mejor? Distinta. Una que sabía hablar, abrazar. Pero no esta. No este yo. ¿Si no soy este yo, cuál soy? No este yo: sentada, inmóvil y con los ojos cerrados. Recordando un retrato anterior. Imaginando, mejor dicho, un retrato anterior. Sin querer abrir los ojos y confirmar lo aterrador: sí, soy yo. 

 

Sí, esta soy yo. La que era interesante, ahora cansada de hacer. La que era libre, ahora multiplicada. La que era móvil, ahora crece. Ahora aprendo a querer lo que hago, a escuchar el susurro de mi pensamiento y a no ver el tiempo.

 

No soy yo, porque tengo los ojos cerrados. Pero sí soy yo, en cuanto los abra de nuevo. 

Thursday, May 23, 2019

21, 05, 2019


Tuve dos peces. Pequeños, saltarines. Vivían separados por ser de distintas especies, pero al final, los dos nadaban y causaban ondas en la superficie de sus aguas. Uno tenía una cola larga, aletas amplias, parecía una mariposa. El otro era más pequeño, más amorfo, más discreto; pero más vivo. Los dos comían bien; a uno le gustaban los camarones y a al otro las migajas de pan. Los tenía lejos del sol para que no se acaloraran, en recipientes transparentes llenos de luz por todos lados. Todas las mañanas los saludaba y por las noches me aseguraba que tuvieran agua fresca y limpia. Mis peces, que un día amanecieron comportándose de forma extraña.

Uno de ellos tenía las aletas pegadas al cuerpo, le costaba trabajo nadar. El otro dejaba rastros rojizos por donde pasaba, seguía moviéndose, pero parecía que algo le dolía. Me preocupé y los quité de donde solían estar: más sombra, agua más limpia y fresca, mejor comida. Pero al día siguiente, el primero permaneció en la superficie de su agua, moviéndose lo menos posible, recargado en la planta ornamental. El segundo, se convulsionaba cada segundo con más fuerza, golpeando las paredes de su recipiente. No notaron la comida, ni los medicamentos, ni mi presencia.

El primero, ladeado, con las aletas completamente pegadas al cuerpo solamente respondía si yo movía su recipiente. El segundo golpeaba sus paredes, siempre en el mismo lugar, cada vez más fuerte, hasta que fue inevitable abrir una grieta por donde empezó a salir el agua. Primero unas cuantas gotas, pero la presión aumentó y el chorro se hizo más grande. Corrí a tapar la grieta con mis manos, pero era imposible contenerla. El agua corría entre mis dedos, y yo no quitaba los ojos de encima de mi pez, que luchaba contra la corriente. Poco a poco se fue vaciando y él cansando, hasta que se dejó ir, pasando entre mis dedos, resbaladizo e inmóvil. El otro, flotaba, ladeado, con las aletas completamente pegadas al cuerpo y la mirada perdida.

Empapada, desagüé los restos. Enjuagué mis manos inútiles y me enfrenté a la noche más larga y confusa que había conocido. En silencio y sin poder cerrar los ojos pasaron las horas.

En la mañana, sin hambre, me levanté a ver qué quedaba del primero; el que flotaba ladeado con las aletas pegadas al cuerpo. Y así seguía, flotando. Me acerqué, con los ojos igual de apagados que los suyos, y noté que sus branquias se movían. Casi imperceptiblemente lento, pero se movían. Me senté junto a él y dejamos el tiempo correr, primero a gotas, hasta que se convirtió en un riachuelo que llegó al mar. Y ahí, en esa inmensidad de tiempo y agua, mi pez volvió a extender su cola y sus aletas en forma de mariposa. Explorando de arriba abajo su recipiente, probando su comida, mirándome de vuelta, jugando entre las piedras, vivo.



Saturday, March 09, 2019

Dos


Eres dos. Uno, el que veo en frente. El que me pide dormir a buena hora, sin ruido y sin luz. Al que no le gusta ver películas que no conoce, que no soporta los lugares llenos ni esperar. Uno eres cuando te vistes con una especie de uniforme inventado y levantas la mesa en el instante en el que acabas de comer, a lavar todo antes de que cualquier otra cosa suceda. Ese uno es uno que está seguro y mira pasar el tiempo sin darse cuenta de que ya pasó mucho. Sin crisis, todo va a estar bien. Duerme con reloj puesto y tiene listo un vaso de agua en la mesa de noche.

Eres dos. Otro, el que no me doy cuenta cuando llega. Otro es el que nada a toda velocidad en el mar, sin temerle a la sal ni a los monstruos que hay debajo de sus pies. Ese llora y grita, usa botas de piel y conoce rincones extraños. Ese otro es el que recita piropos y no le importa verse extraño. Ser extraño. Él es el que baila y bebe entre semana. Ese tú se asusta al pensar que yo podría cruzar la puerta en cualquier momento y reacciona de formas insospechadas. Se le olvidan los cumpleaños pero nunca los integrantes de Radiohead. No le importa nada pero todo lo siente.

Eres dos. Vivo con dos. Sueño con dos.

Tuesday, January 05, 2016

De los Andes

Cargas el universo entero sobre tu espalda. Constelaciones, galaxias y singularidades. Cada paso que das modifica el cosmos; como cuando en un mismo día llueve y sale el sol, todo al mismo tiempo. 

Llevas el océano entero contigo. Continentes, historia y peces errantes. Cada mirada que anclas deja ver las olas verdes que se desbordan, se escapan, empapan; como cuando se mira el horizonte desde la arena seca y aún así llega el agua sorpresiva que arranca cámaras, zapatos y risas. 

Tienes el tiempo atado a tus pies. Si quieres corre, si quieres se frena, si quieres no existe; como cuando el camino es tan hermoso que por un momento el destino no es tan importante. 

Tu voz es un péndulo que se mece y abre oídos y crea silencios; como cuando un libro se roba las horas y, sin darte cuenta, vuelve a amanecer. 


Tuesday, November 10, 2015

Vivo en una frontera

Me gusta el borde y mirar hacia abajo. Es la misma sensación que brota cuando una araña grande arrastra su traslúcido cuerpo por el exterior de la ventana del auto cuando eres el conductor. Y es de noche. No quieres ver, pero debes hacerlo. Lo mismo que con las pecas en tu espalda; son el borde, la frontera. No están al alcance, pero sí a la vista.Y los ojos no pueden tocar, no pueden matar, no pueden comer. Pueden traspasar el cristal, el agua o, en secreto, el cuello de tu playera, pero jamás llegan ahí. 
Me gusta el borde, la frontera rodeada por el agua. El Mar, el Tiempo, tus Iris. Todos ellos son verdes y tienen cicatrices y profundidad. Todos ellos bordes que mis dedos no alcanzan, pero sí mis ojos. Que pueden traspasar el cristal, el agua o, en secreto, el cuello de tu playera, pero jamás llegan ahí. 

Wednesday, June 03, 2015

Todo lo que eres

Eres todo el arte, nuevo y viejo. Eres todas las luces de la ciudad de noche. También eres la buena ortografía. Eres las sonrisas invisibles, casi indescifrables. Eres almohada y bastón. Eres silencio y las oberturas largas en la ópera. Eres el color que no uso en tela. Eres el ruido racionalmente ordenado. Eres citación, títulos, diseño editorial. Eres reglas y aumento y muy pocas risas, pero tan profundas. Eres la gente que me rodea y lo que leo y lo que escucho y mucho de lo que veo. Eres buen gusto y el que no entiendo también. Eres la respuesta a las preguntas ¿habrá venido? ¿lo habrá visto? Eres ahora. Un segundo, dos y tres. Eres ahorita. Ahora.